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Psicología y Coherencia

UNA HISTORIA DE VERDADERO PERDÓN

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Alguien culpa o busca condenar al responsable de lo ocurrido, ella no es consciente, pero es el dolor quien realiza esta acción que, al no ser reconocido, debe de ser proyectado fuera para justificar lo que uno siente, pero no quiere sentir.

Sostener esto requiere de mucha energía y una gran trama que explique todo el dolor acumulado. Aunque, como toda tormenta, el dolor se acaba calmando, pero la condena que se hizo es un hecho y ha hecho herida.

Ahora hay que sostener el primer dolor que no quería reconocer y también el dolor que ahora crece cuando se da cuenta de lo que está haciendo. Frustrada le lleva a buscar otro culpable de este nuevo dolor, como una diana donde poder disparar pensando que así se calmará, aunque esa sensación de paz nunca llegue.

Lucha con todas las fuerzas para que ese dolor no frene su sonrisa y su felicidad, pero cada vez hay más y más dolor, la felicidad ha pasado a ser un mera palabra escrita recto con líneas torcidas. Hasta que un día se desborda. Llega un día donde ya no quedan culpables, ni justificaciones que oculten el dolor debajo de la alfombra. Al final se mira al espejo y no se reconoce, pero encontrando al mismo tiempo, el nuevo culpable de todo. Ella misma.pareja amor conflicto

Depresiva, al borde del suicidio y sin ilusión, se mueve errante apenas movida por el viento que todavía le acaricia con ternura. Sus padres se preocupan, pero se aísla avergonzada de sí misma y como si un látigo se tratase, sus palabras son veneno en su cabeza, azotando cada noche entre lágrimas, arrancándole suspiros hasta el sueño.

Alguien se fijó en esta persona, él vio algo especial en ella, algo que le hacia vibrar el corazón. Pensaba que era guapa, bella y valiente, aunque ella pensaba todo lo contrario. A pesar de las dudas comenzaron juntos. Ella le avisó del oscuro pasado, narrándole el peligro de estar a su lado. Él sorprendido sonrió y dijo: «me he enamorado de ti ahora. Tu pasado es el resultado de lo que ahora veo, por lo tanto, casi que podría darle las gracias a tu pasado por traerme hasta mí». Ella sorprendida sintió como algo le hacía brillar por dentro, aunque una vez más, culpó al chico de sus bellos sentimientos.

Estaban casi todo el tiempo juntos y él un día, apareció serio y cabizbajo, algo poco común en él. Ella le echó en cara que si iba a estar así, mejor era dejarlo. Es comprensible, si ella no puede reconocer su dolor, ¿Cómo va a reconocer el de los demás?

Un día ella explotó mientras él observaba atento. Ella le insultaba por estar mirando y le echaba en cara que no sabía ayudarle. Algo dentro de sí misma sabía que no tenía sentido, pero no podía parar. Sentía un gran dolor y lo único que sabía era culpar a los demás. Hasta tal punto se perdía a sí misma, que le increpaba para que le dejara y se fuera con otra, aunque en el fondo, según se escuchaba decirlo, se le destrozaba el alma.

Él mantuvo la paciencia durante meses, pero sus peticiones de que se fuera cada vez iban a más. Ella no quería eso, ella lo amaba, pero no sabía hacerlo de otra forma… No paraba de sabotear la relación. Hasta que un día el chico, aun en contra de su voluntad, se fue y wn su partida le dejó una carta:

«Amor, aún con dolor en mi corazón me marcho. Tristemente te escribo unas palabras que por la distancia entre nuestros labios, tiene que ser en papel. Recuerdas aquel día que estuve serio, ¿verdad?. Ese día me llamaron que mi hermano había muerto en la cárcel. Nunca te hablé de él, porque no te habría gustado… Hace un tiempo tu hermana se calló al río y no pudieron rescatarla. Pero alguien la intentó ayudar. Mi hermano se tiró al río, luchó con todas sus fuerzas para sacarla, pero no pudo hacer nada. Cuando salió con el cuerpo en sus brazos, los viste y pensaste que había sido él.

Encerraron a mi hermano y bueno, acabó mal. Quiero que sepas que no fue tu culpa lo que ocurrió, porque, aunque no lo recuerdas, estabas a cargo de tu hermana, me lo contaste. Tu hermana pequeña tenía un problema y dependía de ti, pero ese día te despistaste con un chico que paseaba al perro y se chocó contigo… ¿Ya te acuerdas?

Siento no habértelo dicho antes. Me enamoré de ti desde ese instante y pude ver como el dolor te consumió, el mismo dolor que sentí, porque ese día no estaba con mi hermano…»

El mismo dolor y dos historias que se entrelazan. Dos pérdidas que desgarran, pero cada uno abre o cierra su alma.

Se puede transformar el dolor en amor. 

El verdadero perdón no entiende de culpables, de castigos o actos de ovación. El verdadero perdón no pretende salvar a unos y condenar a otros. El verdadero perdón no está en las palabras, ni si quiera en los actos, está en el interior. El verdadero perdón nace como una flor de loto que se expande en el pecho y te invita a sonreír. Es un perdón comprensivo, empático y humilde. Es un perdón que sabe que no hay nada que perdonar.

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