Que lento vuela el tiempo cuando hablamos de dolor, pasando días y noches sin encontrar alivio. Qué rápido se vuelve cuando se trata de una caricia, justo ahí nos gustaría detenerlo. Este se vuelve a enlentecer cuando un problema aparece, nos gustaría una solución rápida, y luego irónicamente vuelve a ir veloz si hablamos de la vida que va demasiado dreprisa… Cuantas formas tiene el tiempo, aunque en todos los relojes de muñeca marca lo mismo, cada cuál vive 1 minuto, o 60 segundos.
¿Alguna vez no has tenido tiempo? Es como si tuviésemos unas fichas de tiempo que tenemos que invertir en las cosas que pensamos que son más importantes, aceptando unos caminos y rechazando otros. Quizá aquello que llega es importante por el simple hecho de que está en mi instante presente y por lo tanto, forma parte de mi experiencia. Como esas veces que nos encontramos con una persona conocida por la calle y no nos queremos parar a hablar explicando que tenemos prisa. Cuantas veces rechazaremos verdaderos regalos del universo porque pensamos que debemos de hacer otras cosas «más importantes». Pasamos más instantes atendiendo al tiempo que viene y se va, que a lo que está en nuestros corazones. La paradoja es que nuestro corazón se expresa en el presente, donde están todas las soluciones a los problemas que tenemos, pero seguimos obligándonos a buscar en un futuro, o rebuscando en el pasado. Hay una historia que habla de que Dios colocó el secreto del universo en el único sitio donde el hombre no miraría: su corazón.
El tiempo no es más que el esfuerzo humano para intentar crear una regla que pueda medir lo que no entiende. Ese afán de controlar los momentos, los días y la vida entera a través de los números crea la sensación de saber exactamente donde uno está, pero la realidad es que no es así. Einstein lo dijo en su momento, el tiempo y el espacio son relativos. Quizá nuestra concepción del tiempo no sea más que los barrotes que nos impiden ver más allá de la jaula que llamamos espacio. Esto lo podemos entender como una mente «cuadriculada» o conductual. Donde cada problema tiene su solución, al igual que cada espacio su tiempo. Voy a seguir con esto para intentar comprenderlo:
Solo con 1 célula, o mejor, tan solo con una partícula, se puede averiguar la historia de esta pequeña cosa de materia, a través de la información que porta dentro de sí. Entendemos la parte evolutiva donde esa partícula ha evolucionado a través del espacio y del tiempo, sin embargo, cuesta más ver la otra cara. Esta partícula contiene cada instante que ha vivido a lo largo de toda su existencia, donde volvemos a otro muro para la mente. Nuestra vida humana es entendida con un principio y un final, pero la realidad es que la física ya nos ha mostrado que lo que entendemos por morir o desaparecer es imposible. Ya que en el fondo de esta partícula hay energía y nosotros somos billones y billones de partículas colapsadas con una información precisa. Por lo tanto, si la energía ni se crea, ni se destruye, sino que se transforma. No solo hablamos de que no morimos como conciencia o como ser, sí que dejamos el cuerpo, ya que pertenece a esta otra conciencia que conocemos como Gaia, Tierra, Pachamama… Estamos hablando de que esa información que pensamos que ha necesitado de un tiempo lineal para evolucionar, siempre ha existido y contiene dentro de sí misma cada instante de experiencia como una gran biblioteca viviente. Somos la expresión de una información que nunca ha nacido y nunca va a morir, colapsando un filamento de información que experimentamos a través del planeta tierra y la conciencia humana.
Hasta aquí tan solo estamos poniendo una idea para reflexionar juntos. Por favor, no crean nada de lo que se lee aquí. Tan solo estamos mirando una posibilidad de las infinitas que existen, no se dice ni que sea cierta, ni que no lo sea.
Siguiendo con el hilo, esto deja al tiempo y al espacio como algo abstracto. Quitando entonces su definición, podemos entender que, por ejemplo, un problema, ya no tiene su solución, sino que tiene infinitas soluciones, dependiendo de la conciencia que experimento aquello que llama problema. ¿El tiempo se ha amoldado a los días? ¿Los días se han amoldado a nuestra forma de ver el tiempo? o quizá, ¿El tiempo y los días, se amoldan a la percepción de cada conciencia que experimenta? Recuerdo un cuento budista donde el alumno le preguntaba al maestro: «¿Es el viento quien mueve los árboles, o son los árboles quien mueven al viento?». «Es tú mente quien lo mueve todo», le dijo el sabio.
Llega a mi mente ahora el caso de una mujer que vino a la consulta, era la primera vez. Tras hablar sobre lo que le preocupaba, ella misma se daba cuenta de que ya sabía y era consciente de lo que estaba experimentando. Sabía que estaba en una relación donde no era feliz y sabía que quería dejarla, pero no lo hacía. Sabía que quería irse, sabía donde, pero tampoco lo hacía. Hasta que comprendí que de alguna forma, se servía del tiempo para permitirse no vivir aquello de lo que era consciente que quería hacer. Es como si te compras un caramelo para la tos y lo dejas ahí delante de ti quieto. Lo miras, sonríes imaginando lo bien que te va a sentar quitarte esa tos, pero no lo coges y por el contrario, te enfadas porque el caramelo no se te mete en la boca, cuando lo estás mirando desde lejos, mientras sigues con la tos.
¿Alguna vez no has tomado una decisión por miedo? Yo sí, muchas. La mente te habla de todo lo malo que te va a ocurrir en ese tiempo futuro y de lo mal que ya lo has pasado en ese tiempo pasado, irónico que todo esto lo haga desde el instante presente. Vuelvo a compartir: ¿y no será que el tiempo son las rejas que nos impiden ver nuestra verdadera esencia? Qué pasaría si una persona viviese cada instante, lo experimentara sintiéndolo. Sin darle nombre, sin correr e intentar sujetar lo «bueno», o huir de lo «malo». ¿Alguna vez has intentado escapar de algo que sentías ocupando tu mente con mil cosas? Esto no sirve para nada. Bueno sí, para pedir que esta experiencia que no quiero vivir vuelva más adelante ya que ahora quiero experimentar la sensación de huir de lo que siento. Aunque la sensación huir de lo que siento luego se vuelve tan inmensa, porque tampoco quiero sentirla, que necesito endulzarla con algo que me haga «pensar en otra cosa». Pero necesitaré toneladas de «otra cosa» para tapar esa sensación que no quiero sentir e intento no sentirla sintiendo otras cosas. Todos sabemos que mover las pelusas de polvo debajo de los sillones, de los muebles o de la alfombra no es barrer. Se necesita una decisión. Y no es una decisión de hacer algo, sino más bien, de dejar de hacer.
Quizá estamos tan habituados al tiempo y de lo que de ahí nace, que ya no son rejas sino las paredes de nuestro nuevo hogar. Donde hemos colgado cuadros para que no se note tanto lo encerrados que nos sentimos. Menos mal que tarde o temprano, esta creación humana será disuelta en lo que conocemos como muerte, aunque me resuena más transición.
Al final la mente se cansa y el tiempo se vuelve finito en esta experiencia humana. Entonces ves que puedes cambiar tu vida en cada momento, en cada instante, en tu momento presente. Porque quizá algún día la mente mire hacia atrás y vea todo lo que le habría gustado hacer y no hizo, o todo lo que hizo sin quererlo. Puedes decirle a alguien lo siento, te amo o gracias, sin importar el pasado o el futuro. Abrazar, sonreír o besar a alguien y cambiarlo todo. Puedes decidir cómo experimentar la información que se proyecta desde tu corazón en esta vida. Puedes no necesitar tiempo para hacer lo que amas y simplemente hacerlo, ahora. ¿Qué pequeña o gran cosa puedes hacer ahora para hacer aquello que vibra en tu corazón? Tienes todo el tiempo del mundo.
Dedicado a mi abuela que falleció hace unos días a sus 87 años. Llenó su cuerpo de tiempo, le dio vida y compartió su amor en cada instante de su experiencia humana. Gracias
Héctor Ibáñez