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Psicología y Coherencia

LA MEJOR FORMA DE EDUCAR A TUS HIJOS

La psicología educativa nos ha dado importantes avances en las mejores maneras de ayudar a nuestros hijos que crezcan fuertes y sanos física, mental y emocionalmente. El asesor psicoeducativo nos puede ayudar a cómo enfocar los problemas que los pequeños nos pueden dar durante su desarrollo, ya que no solemos ir a una escuela de padres y usamos los recursos que nos dieron a nosotros en la infancia para enseñar a nuestros hijos, incluso cuando esta educación ya está caducada.

Los tiempos cambian y la manera de educar también. Durante mucho tiempo se ha creído que la firmeza, frialdad, exceso de disciplina y exigencia, eran la mejor manera de educar y preparar a los hijos para el futuro y una vida en la sociedad. Más cercano a este tiempo se ha pensado que el exceso de permisividad, la libertad de decisión y la protección, era lo más sano, sin embargo, observando los resultados en el tiempo, se ha descubierto que un exceso de afecto es peor que un exceso de firmeza en la educación.

Educar en derechos Vs educar en deberes

Hemos vivido un cambio frente al equilibro de lo que nos merecemos por derecho frente a lo que debemos de dar como sociedad, antes los deberes estaban por encima de los derechos, pero ahora, los derechos se muestran más firmes como una defensa de nuestra integridad social. Aunque por las novedades con la pandemia Covid-19 y la vacunación, los derechos y los derechos se vuelven a poner en guerra. Vemos de este modo que no existe un equilibrio sano entre lo que damos y lo que recibimos, por lo que, generalmente, la educación cultural que podemos dar como sociedad no está bien cimentada y por ende, tiende a cojear. Por eso los padres sabemos ser firmes, o ser afectivos, pero nos cuesta encontrar ese punto medio. La mente a asociado que el afecto es bueno y la firmeza es mala, pero esto es una percepción errónea, ya que todo depende de qué tipo de firmeza y qué tipo de afecto estamos dando.

Educar en la Firmeza

La educación con exigencia, firmeza y disciplina, crea niños con baja autoestima, que suelen tener problemas para gestionar sus emociones y se suelen mostrar fríos o con conductas pasivo agresivas. Un ejemplo de firmeza tóxica puede ser cuando nuestro hijo de 8 años quiere salir a la calle a jugar con los niños y le preguntas si ha hecho los deberemos ya. Él te dice que todavía no y le dices que cuando los termine saldrá a la calle. Entonces él se va, hace los deberes y vuelve para decirte que quiere salir a la calle. En ese momento le dices que no va a salir, que te ayude a recoger juguetes o a limpiar la casa, que tiene que aprender a ser responsable. El niño llora y monta una pataleta, porque no has cumplido lo que dijiste – cuando termines los deberes, saldrás – y tu reacción es enfadarte con el porque no entiende lo que es la vida adulta y llora por tonterías – lo que le crea culpabilidad, frustración, rabia e impotencia. Un niño no tiene porqué entender cuando el adulto quiere las responsabilidades adultas, porque es un niño y tiene su propio desarrollo-.

La dureza emocional y carencia de afecto puede hacer personas más fuertes mentalmente, pero no emocionalmente. El mundo se mueve por emociones, tenemos que enseñar a los niños a pensar y gestionar lo que sienten, no a realizar tareas robóticas para programarles para la vida adulta. Si siempre educamos de la forma que sabemos, nunca seremos mejor de lo que somos.

Esta manera de educar tiene claros enemigos que ven de manera objetiva el daño que hacen, pero los padres que siguen el duro régimen educativo que les dieron en la infancia sienten gran dificultad para hacerlo de otra manera. El consuelo que tenemos es que es mucho más fácil ayudar a una persona a encontrar afecto después de sufrir una educación dura, que una persona sobreprotegida enseñarle disciplina.

Educar en la sobreprotección

Pese a la evidencia del daño que hace la educación mordaz, la sobreprotección es mucho más dañina, aunque cueste verlo. Y es exactamente porque es difícil de ver que es tan tóxica. Es como un veneno dulce, violencia psicológica tras una sonrisa, dependencias tras comentarios que hablan sobre lo mucho que te quieren o todo lo que han hecho por ti. ¿Cómo va a ser el amor algo dañino?. El tema es que confundimos afecto y amor con sobreprotección, control, apego y dependencia emocional, pero esto no es amor, eso nace del miedo y de la culpabilidad.

El gran problema de esta dinámica y lo que impide que sea fácil transformarlas es que hemos asociado la sobreprotección y el exceso de permisividad con ser bueno. Esta unión de conceptos es errónea y tan solo sirve para potenciar un autoengaño que nos bloquea la capacidad de ver los negativo. Además, los niños crecen con una autoestima altamente influenciable, no saben gestionar la frustración, no son capaces de ver el daño que se hacen o causan comportándose así de adultos y en el caso de que lo vean, tampoco saben qué hacer para cambiarlo.

Los padres pueden decir cosas como: «es que mi hijo me ha salido así», «él es muy independiente», «yo le doy libertad de que haga lo que quiera», etc. También son padres que preguntan a sus hijos con 4 ó 5 años qué quieren comer, en vez de darle la nutrición que necesitan, pero luego les regañan porque están cogiendo kilos de más. Padres que muestran conductas pasivo agresivas, donde tienen un reacción negativa con los hijos, incluso cuando estos se están comportando mal y luego piden perdón y los premian buscando comprar su amor. Estos son rasgos de la manipulación y caos emocional que más tarde, expresará también el niño.

¿Porqué es tan complejo salir de este tipo de educación? Porque son conductas negativas disfrazadas de lo que han llamado amor y quitarle la máscara puede ser un trabajo realmente complicado. De esta manera, los hijos crecen en un mundo que no es realista, ya que los padres son los únicos que lo tratan así y por ende, el niño se queda estancado en sus faldas porque no está preparado para la vida adulta, siendo un adulto infantil y buscando relaciones donde pueda seguir siendo el niño o niña que fue.

La educación que sí funciona: emociones, diplomacia y afecto

A pesar de todas las sorpresas las evidencias nos muestran que la mejor manera de educar es a través de la diplomacia y el afecto. Para entenderlo podríamos representarlo como una mezcla entre firmeza y permisividad. Para ello, se desarrolla la negociación, donde nosotros como adultos decidimos por nuestro hijo al mismo tiempo que tenemos presente sus necesidades. En el ejemplo que hemos usado antes, se aplica la negociación, pero luego no se cumple el trato que se hizo. Si los tratos no se cumplen, no estamos dando el fuerzo positivo o recompensa que va detrás del esfuerzo. Esto es realmente importante, de pequeños las recompensas pueden ser jugar con lo que queremos, salir a la calle o que nos compren algo, pero de mayores, las recompensas son el dinero cuando trabajamos, un viaje, o comprarse una casa o coche. Cuando incentivamos estas conductas estamos preparando a los niños para la vida adulta.

La diplomacia tiene dos claves importantes para la educación de los niños, la primera es el respeto y la segunda son las explicaciones. Es importante que para promover que nuestro hijo respete nosotros le respetemos a él, no sus caprichos, sino como un ser humano que necesita aprender e ir viviendo experiencias. Así nosotros seremos asertivos de igual forma y pondremos límites de manera adecuada, no porque a mi no me da la gana de que hagas esto, porque yo lo digo y punto, sino porque sé que eso no es bueno para mí y tampoco para ti como mi hijo. Entonces, la segunda clave aparece para explicar porqué esto es así. Las explicaciones sirven para acompañar a la mente del niño entender y calmarse, aunque también debemos tener en cuenta que la mente infantil no procesa la información para la del adulto y las emociones tienen que ser gestionadas antes para poder dar explicación. Si por ejemplo nuestro hijo está llorando porque se quiere comer, primero empatizamos y vemos sus emociones: «sé que lo pasas muy mal porque esta comida no te gusta mucho y te gustaría comer siempre la que más te gusta, te entiendo, yo también como a veces cosas que no me gustan mucho, porque sé que son buenas para mi cuerpo. Este plato no es el que más te gusta, pero te va a hacer fuerte y muy inteligente y, venga, si te lo comes todo, luego nos vamos a comer un helado, vale?».

Educar en la diplomacia y el afecto requiere de más tiempo, por eso es una educación de mayor calidad. Es más fácil dar una voz y una cachete, pero no será positivo a largo plazo. Sin embargo, hablarle a nuestro hijos poniendo límites, pero con amor de manera cercana explicándoles los motivos, ha demostrado que da como resultado adultos responsables, con autoestimas fuerte y que saben mantener relaciones sanas.

Para indagar más sobre cómo los niños procesan las emociones recomendamos el libro Cerebro de niño, que lo explica perfectamente. Las emociones son el pilar de las conductas de los hijos y tengamos claro, que los hijos no «salen así», a los hijos los hacemos así. Tenemos una responsabilidad y una oportunidad para educar bien y darles lo mejor de nosotros mismos. Muchos padres, han mejorado también su propia vida personal a través de ser más cernos, afectivos y diplomáticos con sus hijos. El afecto nace del amor, por eso fortalece las relaciones y la personalidad de los niños, la protección en exceso y permitirle todo a los hijos, nace del miedo a expresar con asertividad lo que pensamos que es mejor para ellos y actuar en consecuencia.

Los mejores libros para Educar mejor como padres

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