El poder y la magia que guarda la escucha, sobrepasa el simple contacto de un intercambio de palabras entre dos personas. La escucha puede llegar a niveles tanto físicos como profundos, que no sólo escuchan y comprenden el mensaje, si no que pueden leer más allá de él.
Aunque se llame «escucha», poco tiene que ver con el sentido auditivo simplemente. La escucha consciente es el arte de saber conjugar todos los sentidos poniendo alma, corazón y presencia a cada instante que se respira.
En consulta, por ejemplo, la escucha consciente es esencial para el acompañamiento del terapeuta, sin embargo, es muy relevante lo que ocurre en la persona cuando se siente escuchada, no sólo en sus palaras conscientes, sino también en las inconscientes. El cliente puede llegar a sentir que se le «sostiene». Es una sensación… como estar en una cuna, mecido por ese momento y con la confianza de que pase lo que pase, ha de salir y ser visto.
En el día a día esta escucha abre las puertas a rincones escondidos en las rutinarias vidas que llevamos. Observamos movimientos que siempre han estado ahí, pero ahora podíamos ser conscientes de ello.
José María Doria lo llama: «Oreja fuera, oreja dentro». Es la capacidad de poder leer, sentir, escuchar, ver, palpar, saborear y oler, todo movimiento físico, mental, y/o profundo o espiritual.
Aunque puede parecer complejo, es sencillamente aprender a colocar la mente en el instante presente. A partir de ahí el flujo de la vida sigue su ritmo. La mente, tal vez, es la parte que más nos impide escuchar y escucharnos. Cuando estamos hablando tenemos infinidad de palabras cargadas para contestar y seguir la conversación. Cuando la mente vive cada palabra, entonces comienzas a comprender y a respetar silencios donde observas, qué se te mueve por dentro y qué le ocurre a la otra persona.
Esta práctica ayuda a que nosotros mismos veamos dónde podemos aprender y mejorar, y, al mismo tiempo, acompañar a otras personas desde esa escucha. Cuando te abres a este nuevo mundo, amigos, familia, conocidos… la empatía volará entre vosotros y sentirás la magia del momento. Podrás resolver conflictos o problemas de una manera mucho más consciente, dejarás de preocuparte para ocuparte.
Digamos que, cuando hablamos, todos tenemos «lagunas» por donde todo se puede hundir y transformarse, la escucha activa te ayuda a ver por donde puedes entrar, tanto en ti como en los demás. Te invito a que primero comiences por ti mismo, vivirás cambios muy intensos que necesitan espacio y tiempo para colocarse.
Como matices para un acompañamiento en la escucha, necesitamos sentirnos cómodos y no forzados a escuchar. Así de forma automática nos mostraremos relajados, confiados pero humildes, miraremos a los ojos, nuestro cuerpo mostrará serenidad, etcétera.
En el intercambio de palabras, la escucha consciente y la «oreja dentro», nos invita a saber elegir las palabras clave tanto para la persona como para nosotros mismos. Si nos aferramos a un tema o no permitimos los silencios de reflexión y comprensión, volveremos a la mente dominante.
De forma personal añado que, aunque yo creía que escuchaba de forma activa, un día, observé un tráfico enorme en la mente. Decidí callarme totalmente durante 10 minutos mirando al horizonte, sin inmutarme por nada, hasta que entonces la mente…. ¡Se apagó! Fue una sensación que no se explicar, pero de repente las palabras entraban como agua para mis células. Ahí mi vida dio un cambio de 360º, hasta llegar hoy, donde todavía sigo girando…
Atrévete a pararte y permite que el silencio se acomode en ti, no se trata de callarse, si no de comprender qué ocurre fuera y qué ocurre dentro, observar los intercambios y actuar coherentemente en consecuencia.