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Psicología y Coherencia

Cómo gestionar las emociones positivas y negativas

 
La emoción negativa no existe desde un punto de vista biológico

 

La emoción negativa no existe desde un punto de vista biológico.


Sólo hay emociones como respuesta a una comunicación con el entorno, pero nuestra forma cultural de experimentarlas ha dado a las sensaciones emocionales significados de bueno o malo.

Es totalmente cierto que la sustancia que segrega la alegría se siente mucho mejor en nuestro cuerpo que el miedo, pero eso no significa que la alegría sea buena o el miedo malo.

El problema con etiquetar las emociones es que les <<quitamos>> su sentido biológico y proyectamos sobre ellas un sentido personal, donde les damos una interpretación en base a nuestras creencias.

Un ejemplo pueden ser las personas que están solas, pero no se sienten solas y las personas que aún estando acompañadas se sienten solas.

La diferencia está en la manera de percibir y no en la emoción en sí.

Sin embargo, aún sabiendo que esas emociones que percibimos no son reales, las vivimos como tal. Vamos a ver una manera de gestionarlas:

1. Identifica la emoción real

Cuando tenemos un problema solemos interpretarlo y generalizar: «todo está mal», «siempre me pasa a mi», «nadie me quiere», etc.

Estas expresiones no nos ayudan y aumentan la intensidad emocional negativa. Para poder encontrar la emoción real tenemos que apartar la mente y ver claramente qué sentimos.
En algunos casos, la emoción negativa aparece por las interpretaciones y en cuanto las apartas te das cuenta de no era para tanto o que habías reaccionado mal y ahora te das cuenta de otra perspectiva.

2. Siente más y piensa menos

Cuando estamos bajo emociones intensas aparece una especie de «diarrea mental» muy negativa. Comenzamos a intelectualizar, razonar y justificar intentando saciar nuestra mala sensación con una buena historia mental.

Pero esto solo nos lleva a cerrarnos emocionalmente, a no empatizar con las demás personas y a reprimir nuestras emociones. Sentir más no quiere decir dejarse llevar impulsivamente por la emoción, sino mirarla y sentirla en quietud, sin darle un sentido mental.

3. Encuentra el sentido

Si en tu caso ya te has dado cuenta de que era la mente, buscar el sentido no es necesario, ya que se ha desmontado la emoción, siempre y cuando así lo decidas.

Por ejemplo: empiezas a quejarte de algo que te duele y te sientes con falta de apoyo. Entonces te das cuenta de que tampoco es para tanto y que estás buscando llamar la atención. Una vez llegas hasta ahí, se supone que paras esa dinámica, pero muchas veces, aún siendo conscientes, seguimos justificándonos y cortar esto es el gran reto.

Si por otro lado, tienes una emoción objetiva puedes encontrarle el sentido que tiene, para que poder usarla en vez de huir de ella.

Cada momento tiene su propio sentido y se aprende con la experiencia a verlo, pero de manera genérica podemos decir que la tristeza te lleva a interiorizar, a reflexionar, a pensar en uno mismo y en los demás, a valorar lo que tenemos y lo que perdemos, a cambiar nuestro mundo interno… el miedo nos lleva a mantenernos atentos, a prestar atención, a pensar muy bien lo que quieres hacer y decir, te ayuda a pensar fríamente y a no confiarte…

La rabia te ayuda a pasar a la acción, a defender y defenderte, a decir lo que realmente piensas, a poner límites, a levantarte de las caídas, a respetarte, a dar lo mejor de ti…

Las emociones son la vida, el movimiento… si comprendemos las emociones tendremos un mejor estado de salud físico, mental y emocional.

 
Hector Ibáñez
Psicoterapeúta

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