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Psicología y Coherencia

UNA HISTORIA SOBRE CÓMO VENCER LA SOLEDAD

person standing on brown wooden dock
«Cuando la soledad comienza el silencio se llena de ruido, los recuerdos desbordan mi mente y una presión en mi pecho aumenta, como una angustia que necesita atención. Es un momento incómodo, unas veces lo llamo aburrimiento, otras tristeza, pero siempre está ese vacío, ese pozo que traga toda responsabilidad. Da igual que tenga o no cosas que hacer, se desvanecen en un bajón de energía que tan sólo me lleva a no salir de la cama en todo el día, hasta que alguien venga y rompa esa soledad que me marchita, una llamada, un: «¿cómo estás?», algo que me invite a salir de esta incómoda situación, cuando la soledad comienza…»
 
Desde niños tenemos un miedo que baila entre la línea del bien estar y el mal estar, la soledad. Algunas personas están bien en esa soledad, pero otras lo pasan realmente mal. Vamos a diferenciar dos conceptos para entenderlo:
 
Estar sólo: Esta es una situación física de estar sólo, donde puede ser por decisión o no.
Soledad: La soledad es una sensación que no es real, es una vacío interior o emocional que, tal vez por la marcha de un ser querido, por ejemplo, se queda ese hueco que ahora nadie llena.
 
Digo que la soledad no es real porque es realmente imposible estar «solos», no me refiero a estar sólo en casa, es algo más profundo que he sentido en mí mismo, no por la forma literal en la que tuve la experiencia, sino por el significado que lo sustentaba:
 
Iba cabizbajo caminando por la calle hundido entre el recuerdo y el pensamiento, rozando esa sensación de soledad. Al instante un hombre el cual no conocía se para a mi lado y comienza a hablarme. En ese momento no tenía muchas ganas de tener una conversación y al ser de repente me dejó sobre saltado. Tras unos segundos y antes de irse, sin motivo o razonamiento, me coge el brazo con fuerza, me mira a los ojos con una profundidad y bondad infinitas y me dice: «Dios Te Ama».
 
Cuando me dijo esto la persona se fue, yo me quedé pensativo, no en «dios te ama», sino en «no estás solo». Seguí caminando, pero esta vez no estaba cabizbajo, sonreía de la incredulidad que sentía de lo que me había pasado. Literalmente en mi cabeza sonó: «No estás sólo». 
 
Durante el camino, vuelvo a encontrarme a esta persona de una forma, de nuevo, sin sentido aparente. Me mira, sonríe, me da la mano de una manera muy firme y segura, y prosigue su camino. Esta sensación me la tomé como: «Lo has entendido».
 
Al paso de los días la sensación volvía y esto era un recuerdo borroso, pero caminando por la calle, de nuevo en ese momento de reflexión, leo en un grafiti en la pared: «Dios Te Ama».
 
Después de esta experiencia esa sensación de soledad era muy volátil, realmente nunca estaba sólo, pero aun tenía un vacío en mi pecho. Ese vacío, al principio, parecía que era para otra persona, pero me di cuenta de que no, ese vacío tenía que llenarlo de mí mismo, del amor propio, de mi coherencia, lo que a mí me gusta… en otras palabras, aprender a ser feliz yo solo. 
 
Ese vacío que en muchas relaciones de pareja colma el otro, nos hace decir cosas como: «Nos completa», y es así, pero crea dependencias y apegos. Sin embargo, si uno se siente completo consigo mismo, el otro le complementa, lo que es muy diferente.
 
La forma de aprender a estar sólo es atravesando la soledad, dejándonos sentir la angustia y la ansiedad, la necesidad de estar con alguien, el dolor y las lágrimas de lo que fue. Es como curar una herida, la parte «infectada» tiene que salir, y lo único que lo impide es una espina que hemos puesto ahí.
 
Cuando entras en ese punto que da tanto miedo, te das cuenta de que no es para tanto, de que puedes jugar ahí dentro, puedes crear, puedes aprender y desaprender, puedes hacer cosas que siempre has querido, puedes ser tú mismo.
 
En mi momento de vida con esa soledad, me he dado cuenta de que ese «algo» que sustenta sutilmente la vida, juega a nuestro lado. Cuando estoy sólo algo despierta y se expresa para plantar una semilla que brotará en el futuro, pero cuando surge espontáneamente la oportunidad de estar con alguien, también es desde un punto casi mágico.
 
Estar sólo algunas veces es necesario, así puedes verte a ti mismo y también observar quien tiene que caminar contigo en este momento y quién no.

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