Carta a mi niño interior
Te miro. Te observo. Cada paso, cada gesto, cada mirada. Magia. Inocencia. Alegría. Pura luz.
Y no quiero que eso cambie….me niego a pensar que algo o alguien pueda apagar esa sonrisa que corretea en tu cara.
Los adultos no entendemos mucho. Casi siempre olvidamos a ese niño que un dia fuimos y que nos gustaría seguir siendo.
Ese niño que nada miraba y arrasaba allá donde llegaba.
Hoy quiero decirte algo, confía en tus instintos, piensa, pero sobre todo escucha a tu corazón. Y que nada ni nadie te frene.
Escucha a quiénes les importas, pero decide por ti.
Atiende, pero valora tu mismo.
Expón tus ideas con respeto y cariño, pero hazlo sin temor, no pasa nada, aunque te hagan creer lo contrario.
Sé tu mismo, como dice Pau Donés, Vivir es Urgente, La Vida es el Momento y No Tragues…Escupe. Di tu verdad aunque lluevan piedras (eso lo dice Mikel de Izal). Eso sí, acuérdate de no hacer daño a los demás y sobre todo, a ti mismo.
Recuerda también que no todo el mundo estará de acuerdo contigo y que tampoco gustarás a todo el mundo. Olvídate de eso y no te empeñes en hacerlo.
Será tiempo perdido y energía gastada.
Respeta. Siempre. De cualquiera de las maneras.
No olvides que la violencia genera violencia. No la contemples. Canaliza tu energía de manera constructiva.
Llorar al igual que reír, es lícito, enfadarse, estar triste o alegre forma parte de la vida. Pero no, eso no nos lo enseñan. Y la vida va de sentir y ahí entra todo el abanico de posibilidades.
Quiérelas todas y abraza esas emociones.
Vivir es sentir. Sino, siempre creerás estar haciendo algo mal cuando por ejemplo, el miedo, la rabia o la tristeza te invadan. Se puede ser feliz y estar triste. La felicidad no es solo alegría. Esta mal vendida.
Sobre todo, sé feliz, sé lo que quieras ser, con la compañía que elijas tener. Y vive tu vida siendo el protagonista de ella.
Sube a tu tren de vida. Haz las paradas que desees, baja y sube del mismo cuando necesites, pero siempre sigue tu viaje.
El viaje de la vida.
Te quiero.
Autor: Tamara
Sanar las Heridas de la Infancia: Una Carta a Mi Niño Interior
Reflexionar sobre nuestra vida implica observar, recordar y, a veces, dialogar con nuestro niño interior. Esa versión de nosotros mismos que ha vivido, reído, experimentado y también puede haber sufrido. Hoy, te guiaré a través del proceso de sanar y curar las heridas de la infancia a través de una carta a mi niño interior.
La inocencia y la alegría que experimentamos en nuestra infancia son como una luz brillante que ilumina nuestra existencia. Con cada gesto, cada mirada y cada paso que dábamos, emanábamos esa luz con la más pura magia. Sin embargo, con el paso del tiempo, nos enfrentamos a experiencias que pueden oscurecer esa luz. Puede que los adultos nos hayamos olvidado de ese niño interior, pero la realidad es que siempre estará con nosotros, recordándonos la necesidad de sanar nuestras heridas de la infancia.
Curar esas heridas implica aprender a escucharnos a nosotros mismos, atender nuestras necesidades y emociones, y valorar nuestras propias opiniones. Esto no quiere decir que debamos ignorar a los demás; por el contrario, debemos respetar y considerar sus perspectivas. Pero al final del día, lo que verdaderamente importa es lo que nosotros decidamos.
Debemos aprender a ser nosotros mismos, a expresar nuestras ideas con respeto y cariño, pero sin temor. Como dijo Pau Donés, «Vivir es Urgente». La vida es el momento presente y debemos ser valientes para decir nuestra verdad, incluso si enfrentamos resistencia. Recordemos siempre no hacer daño a los demás y, sobre todo, a nosotros mismos.
Parte de curar nuestras heridas de la infancia tenemos que comprender que no podemos gustar a todos y que no todos estarán de acuerdo con nosotros. Es importante aprender a manejar nuestra energía de forma constructiva y evitar la violencia, canalizar los sentimientos de manera constructiva. El llanto, la risa, la ira, la tristeza y la alegría son todos aspectos válidos de la vida que debemos aprender a abrazar. Recordemos que vivir es sentir y que es completamente normal experimentar una variedad de emociones.
La felicidad no es solo alegría y mucho menos, una alegría perpetua. A veces, puede implicar tristeza, miedo o rabia. Eso no significa que estemos haciendo algo mal, simplemente estamos experimentando la vida en todas sus facetas. La clave para sanar las heridas de la infancia es aprender a amar y aceptar todas nuestras emociones.
Finalmente, el viaje hacia la curación implica ser felices con quienes somos, con la compañía que elegimos y viviendo nuestra vida como los verdaderos protagonistas de ella. En el viaje de la vida, puedes hacer tantas paradas como quieras y puedes subir y bajar del tren cuando lo necesites. Pero lo más importante es que sigas adelante, siempre escuchando a tu niño interior, usando las emociones para disfrutar de cada instante.
Tu niño interior es la clave para sanar las heridas de la infancia. Es quien te recuerda cómo eras antes de las experiencias dolorosas y te guía hacia un futuro más saludable y feliz. Al final del día, tu niño interior es quien te recuerda que siempre debes ser fiel a ti mismo, a tus instintos y a tu corazón. En este proceso de sanación, necesitarás encontrar la fuerza para perdonar a las personas que nos hirieron, soltar los deseos infantiles de cómo nos habría gustado que pasaran las cosas y, sobre todo, para amarte a ti mismo en todos tus estados. No desde una perspectiva Narcisista o de autobeneración, sino un reconocimiento sencillo, real y honesto.
En cada etapa de este viaje de autodescubrimiento, cada emoción, cada sensación, se convertirá en un aliado para sanar y curar las heridas de tu infancia. Al permitirte vivir y aceptar cada una de estas emociones, te estás dando permiso para vivir plenamente, abrazando tanto la luz como la oscuridad en ti.
Recuerda, es posible ser feliz y estar triste. De hecho, la verdadera felicidad se encuentra en el equilibrio y la aceptación de todas nuestras emociones, sin negar ninguna de ellas. La película «Intensamente». Producida por el Psicólogo Paul Ekman, demuestra en esta sencilla película de dibujos como las emociones afectan a nuestra vida, comportamiento y salud. Vivir es sentir, y sentir es estar vivo. Y aunque la sociedad a veces nos haga creer lo contrario, no hay nada malo en expresar nuestras emociones, sean estas de alegría, tristeza, ira o miedo.
Respecto a los demás, es esencial que comprendamos que no podemos agradar a todos, y eso está bien. La aceptación de los demás no define nuestro valor. Cada uno de nosotros es único y valioso, y ese valor no se mide por las opiniones de los demás, sino por cómo nos vemos y nos valoramos a nosotros mismos.
Para cerrar, nunca olvides que tu niño interior siempre está contigo, guiándote, inspirándote y recordándote que mereces amor, respeto y felicidad. No deberíamos negociar con nuestro valores. La curación de las heridas de la infancia no es un proceso que ocurre de la noche a la mañana. Requiere paciencia, amor y comprensión, pero con el tiempo, puedes llegar a un lugar de paz y aceptación.
Sé gentil contigo mismo en este viaje. Permite que tu niño interior te guíe, abrázale y escucha lo que tiene que decirte. De esta manera, puedes empezar a sanar y a vivir la vida que siempre has merecido.